La fe en un solo Dios es una de las afirmaciones centrales del cristianismo y de la religión católica. Cuando rezamos el Credo Niceno-Constantinopolitano, proclamamos: “Creo en un solo Dios, Padre todopoderoso, Creador del cielo y de la tierra”. Esta declaración no es solo una profesión de fe, sino el cimiento de toda la vida espiritual y moral de los católicos. En este artículo exploraremos la razón de esta creencia, sus bases bíblicas y teológicas, y cómo influye en nuestra relación con el Creador.


El monoteísmo en la Biblia

La creencia en un solo Dios, conocida como monoteísmo, tiene su raíz en las Escrituras. Desde el Antiguo Testamento, Dios se revela como el único ser divino y absoluto.

En el Libro del Deuteronomio, Moisés declara al pueblo de Israel:

“Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor” (Deuteronomio 6,4).

Esta oración, conocida como el Shema Israel, es la afirmación más clara del monoteísmo en el judaísmo y es retomada por el cristianismo como una profesión de fe fundamental. Dios es uno y único; no hay otros dioses junto a él.

El profeta Isaías también afirma esta verdad cuando Dios dice:

“Yo soy el Señor, y no hay otro; fuera de mí no hay Dios” (Isaías 45,5).

En el Nuevo Testamento, Jesús reafirma este monoteísmo cuando responde a un escriba que le pregunta por el mandamiento más importante:

“El primero es: Escucha, Israel: El Señor, nuestro Dios, es el único Señor” (Marcos 12,29).


El monoteísmo en el Credo Católico

Cuando los católicos recitan el Credo, proclaman su fe en un solo Dios. Esta declaración distingue al cristianismo de las religiones politeístas y es una continuación del monoteísmo judío.

La Iglesia enseña que Dios es único en esencia, pero en su única naturaleza divina existen tres Personas: el Padre, el Hijo y el Espíritu Santo. Esta es la doctrina de la Santísima Trinidad. Aunque se habla de tres Personas, no hay tres dioses, sino un solo Dios.

El Catecismo de la Iglesia Católica (CIC) afirma en el número 253:

«La Trinidad es una. No confesamos tres dioses, sino un solo Dios en tres Personas: la ‘Trinidad consubstancial’.»

Esta afirmación puede parecer un misterio difícil de comprender, pero es fundamental para la fe católica y para comprender la relación de amor que Dios quiere tener con nosotros.


Importancia de la unicidad de Dios en la vida espiritual

Creer en un solo Dios no es una idea abstracta; tiene implicaciones prácticas y profundas en nuestra vida diaria. Algunas de las razones por las que esta creencia es esencial incluyen:

1. Fundamento de la confianza y la seguridad

Al creer que hay un solo Dios, sabemos que él es el único que gobierna el universo. Podemos confiar plenamente en su voluntad y en su providencia. Como dice el salmista:

“El Señor es mi luz y mi salvación, ¿a quién temeré?” (Salmo 27,1).

2. Unidad en la adoración

La unicidad de Dios implica que nuestra adoración no puede estar dividida. No debemos poner nuestra confianza en ídolos, bienes materiales o poderes mundanos. Dios merece nuestra adoración total y exclusiva.

3. Llamado a la coherencia moral

Creer en un solo Dios implica vivir de acuerdo con sus mandamientos y enseñanzas. No podemos servir a dos señores (Mateo 6,24). Esta coherencia moral nos ayuda a vivir una fe auténtica y sin hipocresía.

4. Relación íntima con el Creador

Dios no es una fuerza impersonal, sino un Padre amoroso que desea una relación personal con cada uno de nosotros. Como dice San Agustín:

«Nos hiciste, Señor, para ti, y nuestro corazón estará inquieto hasta que descanse en ti.»


Desafíos contemporáneos a la fe en un solo Dios

En una sociedad pluralista, la fe en un solo Dios puede verse cuestionada por diversas corrientes de pensamiento. El relativismo, el sincretismo religioso y el materialismo desafían constantemente esta creencia.

  • El relativismo sostiene que no hay una verdad absoluta, lo cual contradice la afirmación de que Dios es la Verdad única y eterna.

  • El sincretismo intenta mezclar diferentes religiones, diluyendo la identidad de la fe católica.

  • El materialismo niega lo espiritual y reduce la vida a lo puramente físico y material.

Ante estos desafíos, es fundamental recordar las palabras de Jesús:

«Yo soy el camino, la verdad y la vida» (Juan 14,6).


Meditación:

Creer en un solo Dios es la base de nuestra fe católica. Esta creencia nos da confianza, nos unifica en la adoración y nos llama a vivir una vida coherente y entregada al Señor. Reconocer y proclamar la unicidad de Dios es también un acto de humildad y de amor, una respuesta al Dios que nos ha amado primero y que nos invita a una relación personal y eterna con él.

Que nuestra profesión de fe en el Dios único fortalezca nuestra vida espiritual y nos acerque cada día más a su luz y verdad.